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jueves, 12 de diciembre de 2013

Si le llevas la contraria al cliente, te quedas sin cliente.


Por nuestra naturaleza a nadie nos gusta que nos critiquen. Es un efecto más de la territorialidad que tenemos por naturaleza todos los seres biológicos. Y es así y no podemos ser de otra manera. Lo podemos controlar por un tiempo, en algún momento, pero tarde o temprano nos vuelve a salir la fiera que llevamos dentro de nuestra algoritmo de comportamiento humano.
Por eso, naturalmente, y sin ánimo de criticar,  los mediadores y efectistas que quieren mantenerte como cliente, no te llevan la contraria ni te critican ninguna actuación grave que realices. Solo algunas cosas superficiales pero además con mucho tacto y delicadeza, por si acaso te enfades y ellos puedan volver atrás. Casi siempre le echan la culpa de "tus" problemas a los "otros", tal como tu siempre has creído y has terminado convenciéndote de que es así. Por lo tanto tu no eres culpable de lo que te pasa a ti, los culpables son los otros. Los mediadores emocionales son la gente que este tipo de personas quiere y necesita. Los mediadores que se precien y quieran mantener sus clientes y no quieran ser denigrados y difamados públicamente por sus propios clientes y no perder su prestigio profesional a juicio de este tipo de gente, deben ser así, por eso yo no los critico porque su público los necesita. Como un mediador le diga a un cliente que es cualquier cosa distinta a un enfermo pasivo, puede ser considerado el calificativo como un insulto injustificable y lo normal es que el cliente de la media vuelta y se vaya. El mediador emocional, como tiene que ser, le echa la culpa a los que rodean a su cliente y padecen o sufren sus problemas, a veces también es recurrente echarle la culpa al mundo o a lo que sea, pero al cliente, no, nunca.
La justificación para hacer esto es buscar una fórmula que enajene al cliente de la voluntad sobre sus actos. Para quedar enajenado de sus actos o de los efectos emocionales que se producen, lo que ha sido considerado tradicionalmente, en  la práctica médica, través de los siglos, y ha funcionado, es catalogar a la persona como que padece una enfermedad, y por supuesto no decir que motivada por su voluntad, sino de los otros, por supuesto.
En el terreno de los efectos emocionales eso no es muy complicado. Decir que estás mal, muy mal o extremadamente mal,  es fácil, porque cualquiera puede contar una historia de este estilo más o menos creíble e incluso poder sufrir de verdad estos problemas mayormente de interacción, que se nutren negativamente o retroalimentan de efectos emocionales no controlados, realmente y frecuentemente sucede así , aunque, creo que en la mayoría de los casos suele deberse a no querer por orgullo reconocer los problemas de la personalidad, defectos de su carácter no trabajados, de la inadaptación de la personalidad sociocultural, por la toma de decisiones equivocadas o inmaduras, o al tipo de personas en la interacción, o las normas y valores culturales del ecosistema de interacción que chocan con las suyas.
Normalmente, los que van a mediadores emocionales, están llenos de defectos y no saben o no quieren trabajarlos. Si van a un mediador, este mediador no va a tener más remedio que creer lo que le dice el cliente. Sobre todo porque ningún mediador emocional ni nadie está capacitado para leer el cerebro. Por lo tanto, te tienes que creer en principio lo que te dice. Y a ver quien le dice al cliente, que no es así. ¿Quién puede saberlo? No creo que nadie puede adivinar las cosas, ni creo en ellos. Además, por cuestiones puramente económicas, interesa siempre mantener un cliente.
Asimismo, y en otro orden de cosas, a los jóvenes dinámicos y con la autoestima elevadísima por el cariño y tolerancia recibido en su ambiente familiar o el ecosistema espacio-temporal que le ha tocado vivir, a uno de estos jóvenes que se le ocurra a alguien criticarlo por cosas que hacen o, simplemente, llevarle la contraria por alguna de sus ideas... la respuesta que puedes recibir puede ser contundente. Te convierten en lo peor de lo peor. Antes de la "democracia" en la "edad media" o en los regímenes posteriores pero cercanos a ella en su contenido, se les llamaba apostata o hereje a los que llevaban una fe distinta a la fe "verdadera" o llevabas la contraria a la autoridad civil o religiosa que te tocaba. Ahora los que se separan de la fe "verdadera" de la actualidad, se les llama también lo peor de lo peor. Normalmente sin saber ni lo que significa y/o banalizando los términos.
Por este motivo yo creo que el cartel del inicio, la frase que coloca, dentro de lo malo, es lo mejor, tratar de sonreír y decir gracias, y no echarle la culpa a los que te critiquen, aunque sea por pura diplomacia y convivencia, porque es que el ser humano, no tiene remedio.
El orgullo de los seres humanos es así. A lo mejor aguanta que lo critique un poco, pero si encuentra otro que lo critica menos, se va con el otro. Es que la crítica puede con la serenidad de algunas personas y no consiente la crítica.


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