La teoría batesoniana de la esquizofrenia es casi un corolario de sus estudios sobre el aprendizaje. Siguiendo con su preocupación por el contexto, fue el iniciador de la psicoterapia familiar, al entender que el enfermo mental es producto de la interacción familiar o grupal: la disgregación de su personalidad proviene precisamente de vivir en un sistema de agudas contradicciones, hasta perder la capacidad que tiene el yo de "discriminar modos comunicacionales".
Imaginemos una madre ambivalente que dice "hijito querido" mientras su rigidez indica rechazo, y tendremos un doble mensaje: digital (las palabras de afecto) y analógico (el gesto, que indica lo contrario). Quien se ve sometido este tipo de contradicciones (por ejemplo, entre lo permitido y lo prohibido) genera un "doble vínculo"; es un conflicto entre un mandato primario negativo y uno secundario opuesto al primero, que provoca una fragrnentación de su "yo". La personalidad funciona aquí -dirá Bateson- como un sistema autocorrectivo que ha perdido su regulador. Vemos pues que la esquizofrenia es a la personalidad lo que la cismogénesis es a la cultura.