De pequeño cuando se portaban mal los niños, los mayores decían: ¡me vas a matar! o ¡me vas a enfermar! y eso es verdad, yo creo que la vida, la forma de vida y las interacciones que tengamos en nuestra vida hace más por nuestra salud que los virus e incluso el funcionamiento de nuestro propio organismo.
Efectivamente ya no hablo de los accidentes de tráfico, laborales, domésticos, etc. que dependen al 100% de nuestra interacción diaria. No hablo tampoco de los contagios como la gripe o las epidemias, etc., que por supuesto también se producen por la interacción. Hablo de aspectos más dependientes de nuestra cultura, adquirida en la interacción familiar y social que dependiendo del papel que desempeñes en esa interacción aprendes también los guiones y protocolos correspondientes. Así se conforman tus hábitos alimentarios tus cuidados sanitarios tu estilo de vida también se gesta, dependiendo de tu nivel de responsabilidades en el grupo tendrás más o menos conocimientos y también podrás desarrollar más o menos la aplicación y experimentación de los mismos.
Conocer esto a fondo es mediar mucho más entre la salud y la enfermedad que el expendedor de recetas de tu centro de salud que para eso mejor deberían estudiar farmacia que es el recurso o remedio que en última instancia tiene el sanador.
Cuando no se puede curar con la farmacopea, el técnico de laboratorio o de análisis radiográficos, resonancias y escáneres, te dice qué déficit orgánico tienes y estos tampoco tienen que estudiar medicina ni son médicos aunque sean los que te dan realmente los resultados. El médico se ha convertido en un administrativo cualificado que instruye expedientes de enfermos para gestionarle una serie de recetas y pases en el sistema sanitario.
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