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martes, 24 de julio de 2012

UN TRABAJADOR CON DEPRESIÓN ACUDE AL SISTEMA SANITARIO


Un trabajador determinado se encuentra moralmente “quemado” por agotamiento de tareas y responsabilidades en su puesto de trabajo. Un día los efectos se hacen palpables dejando al trabajador en un estado depresivo grave. En estas condiciones acude al médico porque los efectos psicológicos del problema laboral le están afectando a la salud. Al trabajador “quemado” en el trabajo se le da una baja laboral y para acabar con los efectos psicológicos que le están afectando a su salud lo envían a un psiquiatra o psicólogo para que le de el tratamiento adecuado para reducir los efectos psicológicos. Estos tratamientos están basados en terapia con medicamentos o en tratamientos psicológicos para que le quiten los efectos de su depresión, stress y baja autoestima causados por el trabajo.

El trabajador a causa del alejamiento del trabajo, y aunque no consigue olvidarlo, experimenta una pequeña mejoría o al menos no se sigue produciendo el empeoramiento. Así de este modo podría en un tiempo ir mejorando por haber suprimido las entradas del problema que no era otra que el acudir cada día al puesto de trabajo.

Además el psiquiatra le receta tranquilizantes y somníferos para que en los momentos de lucidez no piense en el trabajo y logre olvidar las causas que le llevaron a esa situación.

Además el psicólogo le hace una terapia de relajación, evasión de los problemas y elevación de la autoestima.

A los cinco o seis meses de no acudir a su puesto de trabajo que era la fuente de entrada de sus preocupaciones, ha terminado por olvidarse casi del problema y además como tiene la ayuda de los tranquilizantes, los somníferos, el entrenamiento en la relajación, la evasión y la elevación de la autoestima, vive en una cápsula idílica y arquetípica, aunque a veces entre medicación y terapia se acuerda un poco del origen de sus problemas, el dichoso trabajo, pero ya no es ni comparación de como estaba al principio.

Y la pregunta del millón ¿gracias a quien me encuentro mejor?. ¿A que me he apartado de la fuente de entradas mis “quemes” en el trabajo?. No. ¿A que el paso del tiempo ha hecho que me dejara de obsesionar con el trabajo?. No. ¿Al médico que me dio la baja laboral para que me recuperara un poco y dejara de seguir exponiéndome a las fuentes de mis problemas?. No. No, quien me ha ayudado son los que me han dado los tranquilizantes, somníferos, entrenamiento en relajación, evasión y elevación de la autoestima necesarios. Es decir, los psiquiatras y los psicólogos.

El trabajador “quemado” repuesto de sus heridas más evidentes es dado de alta y vuelve a la hoguera de sus problemas con idéntica virulencia que cuando se fue. Se curó las quemaduras y vuelve otra vez al fuego. ¿Qué creen que ocurrirá?. Exacto, volverá a quemarse y a repetir el ciclo y el sistema lo volverá a acoger en su seno en una nueva sucesión eterna. Porque ya no es cuestión de tranquilizarse, dormir bien, relajarse, evadirse del trabajo y elevar mecánicamente la autoestima en un medio que lo valora insuficientemente.

El paciente psicológico, el enfermo, no va a colaborar, no tiene instrumentos para adaptarse a su problema. El medio no va a cambiar y le dirán que es más fácil que se adapte él a los demás y al medio que le ha tocado para poder desenvolverse o sobrevivir. Y además los psiquiatras y los psicólogos ni lo entrenaron, ni saben entrenar en interacción y adaptación social.

Está entrenado para estar en una burbuja idílica y arquetípica pero no se ha entrenado para adaptarse a sobrevivir y desenvolverse en las circunstancias que necesariamente le ha tocado vivir.

lunes, 16 de julio de 2012

El Estado debe estar para que se cumpla el objetivo del bienestar y no necesariamente para asumir la tarea.

A veces un negocio de restauración puede beneficiar de forma más normalizada  a las personas con problemas de subsistencia que instituciones públicas o privadas del bienestar o de la caridad, sin costos adicionales de mantenimiento de las organizaciones que desempeñan la tarea. 

En algunas circunstancias las empresas privadas son más eficaces que las empresas públicas o la propia administración o las entidades subvencionadas por la administración. A veces son mas eficientes, baratas y de más calidad para dar exactamente el mismo objetivo. La competencia permite ver mejor los resultados que los monopolios ya sean estos privados o públicos. El Estado debe estar para que se cumpla el objetivo del bienestar y no necesariamente para asumir la tarea directamente creando inmensas organizaciones. Aunque en las empresas privadas sean actuaciones temporales y no sea su objetivo directo el bienestar sino las propias de las empresas privadas en la lógica del beneficio económico como medio de subsistir en la competitividad, pueden conseguir indirectamente también no solo desarrollo económico sino también desarrollo social.